Lloraban unos tristes pasajeros
viendo su pobre nave, combatida
de recias olas y de vientos fieros,
ya casi sumergida,
cuando súbitamente
el viento calma, el cielo se serena,
y la afligida gente
convierte en risa la pesada pena.
Más el piloto estuvo muy sereno
tanto en la tempestad como en bonanza.
Los navegantes Fábulas de Samaniego con sus Moralejas
La moraleja de la fábula
Pues sabe que lo malo y que lo bueno
está sujeto a súbita mudanza.